El patrimonio cultural popular y su papel en la consolidación de la identidad del niño árabe.
Número 48
Nayi Etabbab, facultad de literatura y ciencias humanas. Qairuán, Túnez
En este momento y debido a las “circunstancias”, es necesario confirmar que la conservación de la identidad, ya no es encerrarse, porque las sociedades que intentan encerrarse, están destinadas a desaparecer, y el simple índice de eso, es que el que habla hoy día un solo idioma, puede considerarse entre los analfabetos y viceversa, los pueblos que se arrojan a la corriente de la globalización y se olvidan de los frenos de la identidad, pueden desaparecer.
La evolución de las estructuras sociales es irrevocable, no se discute, y esta evolución lleva normalmente a cambios en estilos de vida y a una sacudida que alcanza los valores culturales. El problema que se renueva a través de las generaciones, consiste en que los niños, que en un periodo de tiempo muy corto serán jóvenes, aspirarán a todo lo que es nuevo desde sus perspectivas y suspirarán a tener una época propia. Pero ¿Quién les va a proporcionar esta época? ¿se las va a proporcionar el otro, el lejano, que empieza a estar más cerca de lo debido, entonces en este caso, sería como quien tiene hijos y se los cede a otros para criarlos de la forma que quieren y cuando son mayores el padre los encuentra extraños?, o ¿es que la solución consiste, como estiman algunos, en releer los títulos del patrimonio cultural popular con aproximaciones comprensivas, con el objetivo de comprender los valores humanos y los conocimientos que contienen, que benefician la evolución de las ciencias y de los conocimientos modernos?
Muchas escrituras hoy, no dudan en llamar de un modo explícito a la purificación y corrección del patrimonio cultural, ¿significa eso que las precedentes generaciones aceptaron el patrimonio como materia equivocada o envenenada que les hizo daño? Esta situación, se justifica normalmente para el niño llamando a la elección de “lo que puede reforzar en él, el orgullo de pertenecer a una civilización árabe, islámica respetable”.
Lo que hoy día llamamos “patrimonio” estaba presente con fuerza en la vida cotidiana, era una práctica real, a pesar de su desaparición indeliberadamente o deliberadamente de los textos que están anotados. Eso significa que el pensamiento dominante, no tuvo éxito durante siglos en borrar o marginar todo lo relacionado con la cultura popular. Pero a pesar de eso los niños heredaron en los niveles de escolaridad y en el marco de las instituciones de enseñanza de una forma general, conceptos deformados y hasta equivocados de la cultura popular, a pesar de que viven algunos de sus capítulos en la casa y en la calle. Por este motivo aparecieron algunas invitaciones en el marco del temor sobre la identidad, que proponían incorporar materias relacionadas con el patrimonio cultural popular en los programas escolares, y en este caso, la vida pública, es el ámbito natural donde se mueve aquel patrimonio que en muchos de sus aspectos se considera interprete de la identidad.
La identidad “contemporánea” significa en nuestra estimación que los pueblos deben conservar lo que tienen de patrimonio, y que se informen y se enteren, al mismo tiempo, de lo que tiene el otro, y este no echa a perder el otro. La prueba, es que el patrimonio popular en apariencia, da una idea de peculiaridad local o regional, estrecha y cerrada, pero cuando observamos los fenómenos culturales, examinamos los textos y comparamos los cuentos de los pueblos, por ejemplo, encontramos que se cruzan en los valores humanos esenciales, y lo demás son innumerables colores y pinturas que caracterizan cada cultura.
Lo que confirma que el patrimonio es una cultura abierta y no cerrada, y que la identidad es un pájaro que vuela con dos alas, un ala local y el otro mundial, que no puede abandonar las dimensiones humanas, y que la mayoría de los niños del mundo, sobre todo, los que estudian, conocen los cuentos de las mil y una noches, la historia de cenicienta y otras. Eso fue posible, gracias a los esfuerzos de narradores al principio y de editores mas tarde.
El niño no conoce su identidad, ni “quien es”, hasta que conoce al otro, que es diferente, con la ayuda de los mayores, porque con su adquisición de conocimientos limitados en aquel periodo, no puede comprender fácilmente las diferenciaciones culturales. Observamos que los que más se comprometen con las tradiciones en las diferentes ocasiones son los emigrantes. Estos son las clases de la sociedad con más temor a que sus hijos pierdan su identidad. Por este motivo, cuando vuelven a pasar sus vacaciones en sus países de origen, piden a sus familiares que hablen a sus hijos en lengua materna, es decir, en árabe y que les expliquen detalladamente las tradiciones. Todo eso, significa que abrirse sobre el otro, no es adaptarse los contenidos de su cultura en su totalidad, excepto en un solo caso, cuando esos contenidos son de un matiz humano, general y universal, que interesan a toda clase de personas, entonces sería un factor de unificación y no un factor de separación.
El campo en que hemos investigado, se inserta en el marco de lo que se denomina “la cultura propia” o “la cultura de la identidad”, sin propósito de que sea una “cultura aislada” o una “cultura de aislamiento”. El patrimonio con sus dos partes, material e inmaterial, se utilizaba antiguamente a lo largo del día en el marco de la masa popular, y era pegado a las preocupaciones de la gente y sus diversas actividades. Por eso en la estimación de los sociólogos, es una voz colectiva, o un capital simbólico, en otra expresión, una mercancía cultural, con la cual las sociedades defendían su existencia y fortalecían su identidad. La pregunta que se plantean hoy es: ¿puede aun ese patrimonio fortalecer la identidad cultural de los pueblos árabes, para asegura la invulnerabilidad de sus hijos y su inaccesibilidad a la sombra de las sucesivas transformaciones y cambios que conoce el mundo hoy día? ¿No estamos en una época en la que los niños encuentran el lejano cerca y el cercano lejos? Es un fenómeno que indica que va a suceder algo importante relacionado con su identidad, quizás no podemos percibir su realidad hasta después de otras décadas.